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NACHO MARCIANO – Invocando ritmos y lugares

Adentrarse en la obra de Nacho Marciano es inmiscuirse en la tarea de un arquitecto del tiempo perdido, que no trabaja la nostalgia sino un estilo muy personal de invocación. Un trazo sin correcciones, directo, decidido y con una paleta encendida donde prevalece la experiencia de lo cotidiano frente a la trascendencia de lo histórico.

Sus pinturas bordean el labio del hedonismo, retratan cierto tipo de individualidad en su universo afectivo, expresan más a través de los pigmentos y las posturas que de la línea, ubicándolo dentro de un post fauvismo pop.

Como en las cavernas, se impone la llamada en forma de conjuro. Lo desafía la necesidad de una nueva satisfacción, en donde los objetos poseen por momento más resonancia que la acción de los personajes. Cafeteras, arena negra, libros, micrófonos, sombrillas, vajillas y flores.

Apartando las series del rock, sus personajes no gritan ni alardean, se piensan. Comen, componen, descansan mientras un fino halo de placidez los habita. Quizás sea el instante de silencio en que caen frente a lo bello, cuando los invade toda contemplación.

Hernán Chinaski.

 

OBRAS

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