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Goin revisita la cuadrícula urbana

Nov 7, 2022

En la cuarentena, el pintor Fernando Goin retrató con obsesión la Buenos Aires regia de los años 20 siguiendo a dos pioneros de la fotografía aérea. El conjunto es inmersivo y ahora se expone al público.

Matilde Sánchez
08/10/2020 20:30
Clarín.com
Revista Ñ

 

Quien busca encuentra. El artista invirtió los meses de encierro en dibujar, pintar (y transcribir de fotografías a cuadros) algunas de las primeras imágenes aéreas de Buenos Aires. Con el detalle que obsesiona a los miopes, Fernando Goin compuso Reporte aéreo, quizá para revisitar la ciudad vedada a los paseos terrestres, debido al Covid. El conjunto es un panorama envolvente –pintado en negro sobre fondos blancos o teñidos de té–, aunque tiene algunas exploraciones con acrílico color “azul lavable”, que les da un aire escolar y de escritura, y una versión pop sobre una toma de los Bosques de Palermo. Reunidas ahora en la Galería Azur, contrastan por la densidad humana de la ciudad viva y evocan la cándida ilusión de esos fotógrafos pioneros. Ahora la perspectiva humana ha sido embargada por el dron, que domina todas las narrativas urbanas de la televisión y la industria del entretenimiento, sin exigir riesgo ni audacia.

Buscando, decíamos, Goin encontró la prehistoria de su casa natal, el lote que compró su abuelo –son fotos tomadas entre 1923 y 1925– pero donde aún no se había edificado la vivienda. La serie Reporte aéreo se puede ver ahora en la Galería Azur, después de una de esas atípicas inauguraciones por Zoom esta semana. Permanecerá en el espacio de la calle Arroyo hasta el 7 de noviembre; se puede ver con cita previa.

Goin es un porteño “acordobado” que espera irse corriendo a su casa en las sierras. Suele ir a la historia para reconocer el presente. Uno de los hechos históricos a los que vuelve una y otra vez es el bombardeo a civiles en el 55, pero desde tierra, con el punto de vista de la catástrofe. Buena parte de su obra anterior también indagaba en la memoria, no solo a través de la imagen. Expuso Línea de tiempo, donde corrigió las cronologías literales de la historia argentina, e hizo obras sonoras sampleando discursos políticos con la ironía de un DJ venenoso: ¿banda musical para un flashmob?.

Reporte aéreo, que podría haberse titulado como la novela de Michel Houellebecq, El mapa y el territorio, es la serie de grandes telas que coquetean con la escala real. En su origen iban a ser expuestas en el Museo de la Ciudad, presentado por el historiador Abel Alexander junto con las imágenes de los fotógrafos Juan Bautista Borra y Enrique Broszeit, que la inspiraron. La cuarentena canceló todo (y la vida) y el artista se quedó con el proyecto a la mitad. Agreguemos que vive en un galpón-taller sin ventanas, en Villa Crespo… Fue proyectando cada foto sobre el muro de su nave pyme y el detalle barrial volvió intacto.

Que esta vez haya indagado en las tomas aéreas de Borra y Broszeit es significativo; el hallazgo de este material, hace una década, agregó una dimensión a la historia de la ciudad. Y a los comienzos locales de las aplicaciones de la geolocalización. Cuando fueron tomadas, ya el país había despedido hacía unos años a su primer ídolo popular, el controvertido Jorge Newbery, muerto en vuelo en Mendoza y cuyo sepelio fue uno de los primeros actos de masas en Buenos Aires.

No existía por entonces la aviación comercial. Cada contienda europea del siglo XX estuvo marcada por la expansión de los distintos usos de la aviación, desde la hazaña del transporte, su empleo en el correo comercial y los vuelos de reconocimiento (el pionero en emplearlos fue Napoleón, con sus fallidos globos aerostáticos). La aeronáutica militar fue desarrollada en muy pocos años durante la Primera Guerra, cuando después de varios fracasos se armaron los aviones de combate eficaces, los escuadrones y los llamados “circos aéreos”. La logística de la percepción conceptualizada por el urbanista y filósofo Paul Virilio, con el enlace entre la óptica bélica y las cámaras cinematográficas, encuentra en estas telas su instancia de reconocimiento territorial; pero ésta ya presupone la vigilancia y su capacidad de destrucción masiva.

Como contamos, Goin ya había hecho grandes telas con fotogramas de la violencia política argentina, coches quemados en rojo y blanco. ¿En qué pensó al lanzarse a estas microscopías, potencialmente infinitas? Él cita al hiperrealista español Antonio López y sus panorámicas urbanas, en especial su serie de terrazas y una inédita “Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas”.

“También me resuenan mucho las reflexiones del cineasta Harun Farocki sobre las fotos aéreas de los aliados en la Segunda Guerra, que vieron los campos de concentración pero tardaron demasiado en denunciarlo esos predios –cuenta–. Y las imágenes aéreas de Berlín en blanco y negro, en Las alas del deseo, de Wenders”. Pero la inspiración más fuerte vino de la aventura de “esos dos locos, Borra y Broszeit”.

Las decenas de imágenes que tomaron los intrépidos Juan Bautista Borra y Enrique Broszeit, entre 1923 y 1925, surgieron de una aventura juvenil, en los primeros clubes de pilotos amateur en toda la provincia de Buenos Aires, comenzando por Villa Lugano. En el año 18 había terminado la Primera Guerra, dejando un parque de aviones vueltos rápidamente obsoletos por los adelantos vertiginosos durante la contienda. Así emigró una cantidad significativa de pilotos, que además proveían los repuestos. “Aunque no todas las fotos está fechadas, algunas de las que yo elegí fueron hechas en el 24 -cuenta Goin-. Usaban una cámara enorme, que pesaba muchos kilos. Ninguno de los dos sabía pilotear; se subían a unos Dornier biplaza, que llevaban al piloto en el segundo compartimento.
El fotógrafo iba adelante: eran cabinas al aire libre en aviones de metal con una parte entelada, muertos de frío”. Cada foto llevaba un negativo en placa de vidrio, que había que descargar y recargar. Sigue: “En estos meses me puse cada noche a proyectar las fotos volando con ellos, viendo esas escenas de contorsionismo en la cabina, a 300 metros sobre la ciudad”. Tenían un lente de gran abertura y eran panorámicas tomadas en forma oblicua (no vertical, como las que se empleaban en la aerofotometría para trazar guías de la ciudad)”. En la década del 30 los aficionados dejaron la aerofotografía; Borra siguió trabajando en propaganda lumínica y en publicidad de volantes aéreos. Broszeit murió joven, de una muerte sin aventura.

ORIGINAL clarin.com

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